El gran problema es no saber diferenciar entre hacer una previsión sobre las cosas que afectan a nuestra vida, e intentar que todo esté en orden y la realidad que a veces nos encontramos de que las cosas no salen como habíamos planeado.
Las personas controladoras viven permanentemente organizando y planificando su existencia, lo que les da seguridad, y temen que algo se escape del camino trazado. El problema es que la vida no va a ser tan disciplinada para hacer lo que nosotros queremos y muchas veces suceden cosas que no estaban en la hoja de ruta. Para un "controlador" esto supone una sensación de miedo y ansiedad, hace temblar sus cimientos.
Es necesario diferenciar entre la planificación de nuestra hoja de ruta, con nuestros sueños, propósitos, necesidades... al establecimiento de un planning cerrado de estas mismas circunstancias, rígido, medido, porque es imposible "controlar" todo, y la adaptación a las situaciones cambiantes sí nos da el auténtico control: hay que cambiar la idea de planificar el entorno por la de controlar nuestra forma de responder a las situaciones cambiantes.